Comunicación política

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Maquillaje político pre-electoral

Estamos en plena campaña municipal y regional. Las elecciones están a la vuelta de la esquina y los partidos llevan meses trabajando para que en apenas un mes, las cosas salgan lo mejor para sus intereses: conseguir escaños, conseguir alcaldías, obtener presidencias.

Los programas cobran importancia pero quedan atrás porque la imagen a partir de este momento decide más que un programa que, seamos sinceros, pocos votantes leen. Los programas deberían estar configurados y convertirse en un elemento más dentro de la campaña.

La comunicación política moderna sienta sus bases tiempo atrás.
La comunicación política y la importancia de la imagen.

La imagen que se ofrece en los medios de comunicación, así como la imagen que se ofrece en la calle debe estar preparada y estudiada. Debería de ser lo más natural posible, pues la naturalidad implica cercanía y la proximidad convierte a las personas en más confiadas, se dejan atraer y terminan por votar la opción más cercana a uno mismo.

Es pura publicidad, es pura imagen aunque no es lo único, pero sí es suficientemente relevante como para darle la importancia que requiere. Los partidos políticos no deberían de descuidar los detalles de aquí a lo que resta de campaña el 24 de mayo, porque son muchos los elementos a cuidar.

Confeccionados los programas, toca decidir qué imagen se quiere expresar y qué imagen calará en el público.

Que hablen de uno, pero bien

Una de las máximas de la publicidad y la comunicación en general es conseguir que hablen de ti, que el nombre de tu empresa esté dando vueltas el máximo tiempo posible y si puede ser al menor coste, mucho mejor.

Es una frase hecha en español: que hablen de uno aunque sea mal. Pero tiene matices.

Que hablen mal de tu empresa en el siglo XXI, con la fuerza que tienen los consumidores y clientes en las redes sociales puede crearte un serio problema, pero si tienes cierto control sobre el mensaje final que lanzaste, esa mala imagen puede provocarte más beneficios que otra cosa.

Lo hemos visto con Coca Cola, la mala imagen que está teniendo en España a nivel social con su planteamiento de recursos humanos (que no entramos a valorar en este post), han tratado de reconvertirlo a través de anuncios mayoritarios en las televisiones (recordad, la televisión sigue siendo más vista y seguida que Internet y las redes sociales en España) donde un señor mayor cambia su cafelito de todos los días por un refresco de cola debido a que la empresa apoya un proyecto social y profesional que le ha dado trabajo a su nieto, en esta época de crisis y carencia total de opciones laborales.

Han intentado darle la vuelta al asunto y camuflar vía publicitaria el mal mensaje que ha llegado por todas partes. El resultado se aprecia en las ventas y la repercusión de su producto.

Cierto que Coca Cola lo tiene más fácil que muchas otras empresas pero podemos hacer un repaso de los mensajes que han mandado muchas empresas. O el tan recurrido ejemplo de los partidos políticos, donde en España tenemos varios ejemplos claros en la actualidad. Incluso podríamos hablar de los premios Goya, puede que te hayan gustado o puede que no, pero todo el mundo ha hablado de ellos durante varios días.

No para de hablarse de Podemos, del PSOE y del PP, pero sobre todo de los dos primeros que han conseguido marcar el ritmo de las noticias y la actualidad, independientemente de que se hable bien o mal de ellos, es casi secundario; porque es una cuestión que poco importa si se traduce en un resultado final que les interese: en este caso publicidad gratuita que no podrían conseguir de otra manera que no fuera con publicidad de pago.

Hay que estar atentos a los mensajes, a cómo llegan y qué publico llegan y, sobre todo, estar preparado para el oleaje posterior. En muchas ocasiones, algunos de nuestros clientes y colaboradores nos han dicho, tras lanzar una campaña, que temen la respuesta, que alguien conteste.

Teniendo controlado el mensaje final que se quiere comunicar, teniendo argumentos suficientes para todas las posibles respuestas, que hablen de uno es positivo. Cada vez que alguien te conteste, da la opción a la empresa de volver a aparecer, volver a lanzar el mensaje y volver a aparecer públicamente.

Pero esto que parece tan sencillo, no funciona siempre y hay que tenerlo lo más controlado posible, sobre todo las respuestas y el argumentario. Porque podríamos conseguir el efecto contrario y entonces haber metido la pata a base de bien.

Comunicación política en España en 2015

En el siglo XXI todos somos especialistas en comunicación, marketing digital, contenidos, palabras, publicidad, redes sociales y no sé cuántas cosas más.

O, al menos, muchos lo pretenden y muchos se lo creen. Muchísimos lo venden.

Los profesionales de gestión de contenidos y comunicación están como locos al comprobar cómo personajes de la vida pública como Pedro Sánchez y Pablo Iglesias están consiguiendo tal cantidad de participación y apariciones públicas que su trabajo se ve compensado. Se habla de los políticos y se habla de los equipos. Se habla de cómo consiguen aparecer en los medios de comunicación y si sus mensajes son o no acertados.

Licenciados en Ciencias Políticas, expertos en redes sociales y conocedores en general de cómo va Internet y las cadenas de televisión mayoritaria, ven recompensados años de oscurantismo, donde solo los chicos de Madrid o Barcelona, o los gabinetes de los partidos políticos mayoritarios podían optar a algo tan simple como dar su punto de vista. Ahora aparecen gurús mediáticos, algunos con la chispa y desvergüenza que da tener menos de 40 años y ciertas perspectivas de futuro laboral.

En los dos casos mencionados, Iglesias y Sánchez, sus equipos de comunicación están como locos por conseguir el hueco que de otra manera no conseguirían. En el caso de Pedro Sánchez menos, porque solo por pertenecer al PSOE, el segundo partido en España, podría aparecer cuanto quisiera y como quisiera. Pero tanto él como su equipo de trabajo de comunicación (del que ya se habla de manera pública en muchos medios de comunicación como protagonistas, con nombre y apellidos) han dado un paso extra, es conocido cómo se está esforzando su grupo de trabajo porque aparezca de una manera concreta todo el tiempo posible, en programas de corte mayoritario y frente a mucho público, a priori anónimo. Y encima lo llaman asambleas abiertas.

¿Cuántas veces hemos oído la palabra asamblea esta semana? ¿Y regeneración?

A ningún analista escapa que Pablo Iglesias y su equipo no han salido de la nada, son profesionales de la comunicación, preparados y procedentes del ámbito universitario, con decenas de personas trabajando por detrás para que las redes sociales se conviertan en una cosa de niños en sus manos.

Lo tienen todo controlado, discurso, Twitter, Facebook. Han conseguido colarse en el debate político, han conseguido modificar la agenda de los demás.

¿Qué habría hecho JFK?
La comunicación política moderna sienta sus bases tiempo atrás.

Comunicadores y politólogos tratan de explicar estos fenómenos, aunque se rijan por la ortodoxia más clásica estadounidense: comunicación y marketing político. ¿Qué habría hecho JFK, qué hace Obama?

El inconveniente es si lo tienen suficientemente interiorizado, tanto ellos como sus equipos. Y si el público español está preparado para ello.

Porque no es suficiente controlar las redes sociales, no es suficiente controlar la gramática, no es suficiente saber redactar eslóganes en treinta segundos, no es suficiente conocer los colores adecuados para el público, no es suficiente estar de moda. Es un poco todo y, a veces, ni siquiera eso.

Porque en España estamos creciendo, estamos aprendiendo, las personas, los comunicadores y los políticos. Pero aprendemos y crecemos despacio, y no todos al mismo ritmo.